sábado, 4 de noviembre de 2017

La Comadreja Blanca. Ep XXIX. Bajo las Colinas de Phemis




...no sigáis mi ejemplo. Los jedi no pueden retirarse del mundo. Tienen que luchar, tener éxito y fallar con el resto de la galaxia.
Son las últimas palabras de Val-Isa y resuenan en cada sensible a la fuerza que porta su talismán. sus actos y recuerdos han calado en Lylyth y Skugard, colándose en sus meditaciones.

El guardián del holocrón de Ood Bnar despeja las leyendas sobre el mito de Val-Isa, cataloga a la fallecida Jedi como una dotada sensible a la fuerza que salió de su exilio para ayudar durante las guerras mandalorianas. No hay holografías de sus cuadros, pero se sabe que utilizaba las pinturas para plasmar sus visiones del futuro.

Akysa, la ex-inquisidora, contacta con la base y comunica que se halla siguiendo las pistas de unas rutas hiperespaciales secretas del espacio salvaje con los datos obtenidos del transpondedor que robasteis del archivo de la universidad de Phelar. Y anuncia que pronto podrán ponerles las manos encima a uno de los proyectos mas queridos de Jerec.

Los entrenamientos conjuntos de Lylyth y Skugard se tornan más intensos. Tratan de desarrollar sus habilidades con la fuerza, de mejorar sus instintos y la confianza en ellos.

Durante los últimos días Skugard ha tenido una visión recurrente. Se ve a él mismo en lo que parecen  unas minas y una voz femenina le decía "es hora de dar el paso". La voz lo llama desde Phemis, un planeta cercano a los márgenes exteriores  del sector Coreliano, en la región del Núcleo. De esta forma, con la ayuda de Lylyth y Kronen, parten en la Ballena Codiciosa hacia Phemis.


Según han podido saber por el Guardián del Holocron, la extinta Orden Jedi viajaba al planeta Phemis durante milenios buscando los valiosos cristales RUBAT, que estan vinculados con la Fuerza y podían utilizarse en la construcción de sables de Luz. Los Jedi acabaron convenciendo al Senado para que declarase los depósitos de Rubat como recurso protegido perteneciente en exclusiva a la Orden, limitando así las explotaciones mineras que podían poner en riesgo los depósitos. Aunque más adelante la Orden prefirió usar como fuente casi exclusiva de cristales para los sables de luz al planeta Ilum, aunque la legislación continuó protegiendo los depósitos de Phemis.

Por otro lado, por ellos mismos saben que tras la caída de la Orden y la transformación de la República en Imperio Galáctico, continuó la prohibición de la explotación de los cristales hasta el punto en que la simple posesión de estos cristales se convirtió en un crimen.


En Phemis, el agreste entorno del planeta ha tenido un papel importante a la hora de evitar cualquier intento serio de colonización. El planeta es  hostil a cualquier forma de vida civilizada. Phemis cuenta con pocas planicies donde se pueda edificar, y la mayor parte de su superficie está compuesta por farallones de roca, profundos cañones y enromes montañas. Además, la corteza del planeta está compuesta de una piedra extremadamente compacta a través de la cual resulta difícil excavar, limitando las posibilidades de terraformación e incluso construcción subterránea.

Investigando en la Holored y las peticiones que se han realizado en el Senado del Imperio: en los últimos meses, el planeta ha sufrido una actividad tectónica inusual. Muchas cuevas y túneles se ha derrumbado de forma total o parcial, aunque los sensores sísmicos proporcionan tiempo suficiente para evacuar las instalaciones mineras, las compañías mineras autorizadas tienen registradas grandes pérdidas materiales. Suponéis que debido a la magnitud del movimiento tectónico, aún tendrán varias cavernas ricas en Rubat que no hayan sido documentadas



El cañón que veía Skugard en sus meditaciones resulta visible sin la ayuda de sensores: una estrecha cicatriz a lo largo de la superficie del planeta. Sin embargo, antes de que puedan planear el descenso de la Ballena, salta una alarma. Parece que hay varios droides sonda sobrevalorando el cañón. Han podido detectarlos porque están efectuando barridos activos de sensores de forma constante. Son necesarias varias maniobras delicadas de pilotaje para no hacer saltar las alarmas de los droides pero logran finalmente aterrizar no muy lejos del cañón.

Encuentran un paisaje duro y accidentado. Colinas y afloramientos de roca, rodeados de sedimentos de arena y polvo. El calor seco promete una caminata incómoda antes incluso de que lleguen hasta el cañón y sus patrullas imperiales (los citados droides).

El siguiente problema que se encontraron fueron los "cargadores de cañón", unos enormes cuadrúpedos de casi cuatro metros de altura y más de seis metros de longitud. Su duro pico lo suelen usar para despedazar a sus presas, aunque su característica más destacable es la enorme cresta ósea que les brota del cráneo, una gruesa protuberancia del hueso que se curva hacia delante más allá de su aplanado rostro, y que utiliza como arma principal. Les cuesta deshacerse de la atención de la enorme bestia, pero finalmente logran distraerlo lo suficiente como para escapar de él.

Continúan, guiados por las sensaciones de Skugard hasta el portal de una cueva. Al avanzar por el pasadizo, oyen un crujido ominoso proveniente del techo de la caverna. Sin más aviso, parte del techo comienza a desplomarse, inundando el pasillo con densas nubes de polvo y fragmentos afilados de roca. Grácilmente evitan los obstáculos y se internan en ella, tiene la forma de una tazón de poca profundidad, ya que el suelo está hundido formando una depresión. El camino continua internándose de manera que cada cierto tiempo han de elegir entre dos bifurcaciones que se les van presentando, además han de lidiar con el aire enrarecido, pues la carecer de mascarilla respiratoria están inhalando un gas proveniente del interior de la montaña que les causa ciertas náuseas.



Tras enfrentarse a decadópodos tejedores de rubat, unas arañas muy resistentes, sobrepasan un nido y dan con un pasadizo que da a un enérgico torrente subterráneo de agua fría que discurre por el suelo de la caverna. Al girar una esquina descubren que el túnel acaba en un pequeño lago subterráneo. El agua parece tranquila, fría y transparente. Sin embargo, cuando sostienen la luz sobre la superficie,  les parece vislumbrar la oscura forma de otro pasadizo en las profundidades del lago, y lo siguen.

Tras el buceo,el primero en salir es Kronen y nada mas incorporarse y sin esperar a sus compañeros contempla lo que cree que debe ser un equipo desechado por algún visitante un tiempo atrás. El equipo parece haber sido dispuesto a modo de altar improvisado; está colocado pulcramente sobre una pequeña pirámide de rocas. Descubre un sable cubierto por una gruesa capa de mugre que le impide determinar su estado, parece que el sable rezuma algún tipo de aceite. Kronen decide utilizarlo y su falta de práctica hace que pierda un brazo.

Cuando Skugard emerge del buceo, comprueba que ha dejado atrás a sus compañeros y siente como si estuviera siendo el espectador de una nueva visión, en esta ocasión, de sí mismo entrando en una cueva de cristales en solitario, si siente tentado a seguirse y dejar se guiar por la imagen pero piensa en el grupo y decide esperarlos para continuar el camino con sus camaradas.

Lylyth, nada más emerge del buceo, nota un ligero llanto. Cuando se incorpora y agudiza sus sentidos puede discernir claramente que se trata de un atormentado llanto de alguien que necesita auxilio, sigue el sonido por los túneles hasta comprobar que un soldado imperial esta lastimando a una persona que se enrosca ante el maltrato del soldado, que continua su tarea sin percatarse la presencia de Lylyth. La Bothan decide ayudar y entablar un forcejeo.

Cada uno ha seguido sus intinstos dejándose llevar por sus emociones, en apenas un instante todos comprueban que están en la misma  cueva. refulgentes agujas de cristal sobresalen de las paredes de al caverna, brillando con una luz interior que parece hacerse más fuerte cuando os acercáis. La cueva está impoluta, no hay rastro de ninguno de los elementos que han creído reales en las visiones, y cuando entráis en la cueva sentís como si el mundo exterior desapareciese, quedando en paz y armonía con la Fuerza.



La Fuerza los ha guiado a cada uno a un lugar distinto de la cueva. Se encuentran  ante un afloramiento de cristales Rubat de gran tamaño que parece ocupar todo su ángulo de visión. A cada uno de los sensibles a la Fuerza, Lylyth y Skugard, a pesar del tamaño de la cueva, a pesar de la grandeza del depósito que se alza ante ellos, se dan cuenta de que sólo necesitan una pequeña esquirla de cristal. Y el brillo interior del deposito de Rubat les parece centrado, a cada uno,en un único punto, diferente para cada uno, que parece estar captando y llamándolos. Con cuidado y paciencia, son  capaces de extraer lo que necesitáis son perturbar el crecimiento de los demás cristales.

Y es que la sensación de que la cueva es un lugar sagrado, y que la misma Fuerza parece dirigirlos. De hecho casi instintivamente creen haber obtenido algún entendimiento concreto de sus cristales, aunque no saben decir qué.



Más Sobre Phemis:

La amenazante apariencia de los farallones y colinas de Phemis podría dar la impresión de que para que surjan semejantes paisajes el planeta sufre inestabilidad geológica habitualmente, pero en realidad es un planeta excepcionalmente estable (desde una perspectiva geológica). No se encuentra libre de actividad tectónica, pero esta surge casi cada milenio, aunque a una escala de tal envergadura que remueve todo el planeta. A pesar de ello, los mineros que trabajan esta entrenados para hacer evacuaciones completas si se diera el caso.


A pesar de la gran densidad de población y tráfico del Sector Coreliano. Phemis es un lugar atrasado y de  poco interés para la galaxia. Quizás lo accidentado de su terreno y la escasez de agua lo hacen poco apropiado para colonizar. Los registros del planeta que han sobrevivido a la censura Imperial indican la existencia de tráfico en el planeta desde hace varios milenios.

Los detalles de las operaciones imperiales en Phemis son un secreto altamente clasificado. Todo, desde el emplazamiento de la guarnición hasta la dotación exacta que tiene, es conocido únicamente por el comandante de la misma, por sus tropas y por un puñado de agentes de confianza del emperador.

Aunque el Emperador considera el planeta una prioridad, también es consciente de que era poco conocido incluso entre los jedi. Esto, unido a la imposibilidad de guarnicionar todas y cada una de las cuevas y túneles del planeta, ha hecho que el Imperio desarrolle una estrategia defensiva de respuesta rápida con una importante actividad de patrullas automatizadas.